domingo, 1 de agosto de 2010

Sonreí dulcemente

¡Juro por mi vida que yo en sus ojos lo veía! Veía su decepción. Su vida no marchaba nada bien, me daba tanta ternura ver sus ojos tan húmedos, su mirada triste; aquella mirada que nunca había visto en sus ojos. Yo lo había decepcionado, yo su mejor amiga. Podía sentir como mi corazón se partía al oír sus crueles palabras, las cuales sólo me hacían sentir peor.
Jamás creí que esto llegara a ocurrir. ¿Por qué si todo era perfecto? ¿Si él y yo éramos mejores amigos? Simplemente no lo podía creer, ¿Cómo se pudo haber enamorado de mí? Lo peor era que yo no le podía corresponder ese amor, yo había aprendido a quererlo como casi un hermano, y ahora me decía esto. La confusión inundaba todo mi ser en ese momento, tenía tanto miedo de perderlo, tanto miedo de lastimarlo; tal vez no perderíamos nada en intentarlo, pero… ¿y si sí?
Yo no estaba dispuesta a perder a mi amigo, y de cierta forma cualquier decisión que yo tomara pondría en riesgo nuestra amistad.
De verdad yo no entendía, ¡no! Él era casi como mi hermano, alguien en quien confiaba plenamente, con quien me atrevía a ser quien en realidad soy, sin ocultar nada en mi, y ahora me ponía en un lío ¡no!, no era justo, claro que no era justo, yo le di todo de mi, y él se ilusionó, se enamoró, las dudas me mataban y no entendía nada, sólo sentía como mis lágrimas recorrían mi rostro y al tratar de limpiarlas desperté y sonreí dulcemente al saber que todo había sido sólo un sueño más.